Opinión:
NUEVA YORK- Muchos conflictos tienen su origen en la escasez de agua, o se ven agravados por ella. Desde Chad a Darfur, Sudán, el desierto de Ogaden en Etiopía, Somalia y sus piratas, y en áreas de Yemen, Irak, Pakistán y Afganistán, ocurren en un gran arco de tierras áridas donde la escasez hídrica está produciendo malas cosechas, muerte del ganado, extrema pobreza, y desesperación.
Los grupos extremistas, como los talibanes, encuentran amplias posibilidades de captación de adeptos en esas comunidades empobrecidas. Los gobiernos pierden su legitimidad cuando no pueden garantizar las necesidades más básicas de sus pueblos: agua potable, cultivos de alimentos básicos, y forraje y agua para los rebaños de los que dependen para sus precarios medios de sustento.
Los políticos, diplomáticos y generales de países que sufren estos conflictos suelen tratar estas crisis como lo harían con cualquier otro reto político o militar. Movilizan ejércitos, organizan facciones políticas, combaten a los caudillos locales o intentan forcejear con el extremismo religioso.
Sin embargo, estas respuestas pasan por alto el desafío subyacente de ayudar a que las comunidades satisfagan sus urgentes necesidades de agua, comida y sustento. Como resultado, Estados Unidos y Europa suelen gastar decenas o incluso cientos de miles de millones de dólares en el envío de tropas o bombarderos para sofocar levantamientos o atacar "estados fallidos", pero no envían una décima, o siquiera una milésima, parte de esos fondos para enfrentar las crisis subyacentes de escasez hídrica y subdesarrollo.
Los problemas del agua no desaparecerán por sí solos. Por el contrario, empeorarán a menos que nosotros, como comunidad global, articulemos una respuesta. Una serie de estudios recientes muestra lo frágil que es el equilibrio hídrico para varias partes del mundo empobrecidas e inestables. La UNESCO, una agencia de las Naciones Unidas, publicó recientemente el Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, 2009; el Banco Mundial publicó concienzudos estudios sobre India (La economía del agua en India: Nadando en un futuro turbulento) y Pakistán (Pakistán: La economía del agua se está secando), y la Asia Society publicó una visión general de las crisis del agua en Asia (El próximo desafío de Asia: asegurar el futuro del agua en la región).
Estos informes cuentan historias similares. Los recursos hídricos se encuentran cada vez más bajo presión en grandes partes del mundo, especialmente en las regiones áridas. La escasez del agua, que se intensifica rápidamente, refleja superpoblación, agotamiento de las aguas subterráneas, basura y contaminación, y los efectos enormes y cada vez más graves del cambio climático causado por el ser humano.
Las consecuencias son terribles: sequías y hambrunas, pérdida de los medios de sustento, propagación de enfermedades transmitidas por agentes presentes en el agua, migraciones forzadas, y hasta conflictos abiertos. Para llegar a soluciones prácticas pueden ser necesarios muchos componentes, como un mejor manejo hídrico, mejores tecnologías para aumentar la eficiencia del uso del agua, y nuevas inversiones que emprendan de manera conjunta los gobiernos, el sector privado y las organizaciones ciudadanas.
He visto soluciones así en el proyecto Pueblos del Milenio en África rural, en el que mis colegas y yo trabajamos con comunidades pobres, gobiernos y empresas para encontrar soluciones prácticas a los desafíos de la extrema pobreza rural. Por ejemplo, en Senegal un líder mundial en la fabricación de tuberías, JM Eagle donó más de 100 kilómetros de tuberías para permitir a una comunidad empobrecida unir fuerzas con la agencia hídrica gubernamental, PEPAM, para llevar agua potable a decenas de miles de personas. El proyecto general es tan eficaz en función de sus costes, y tan replicable y sostenible, que JM Eagle y otros socios corporativos ahora emprenderán iniciativas similares en otros lugares de África.
Sin embargo, en el futuro se generalizarán las presiones, los recursos hídricos, tanto en países pobres como ricos. Por ejemplo, Estados Unidos estimuló un auge demográfico en sus estados áridos del sudoeste en las últimas décadas, a pesar de la escasez hídrica que el cambio climático probablemente hará más grave en el futuro. También Australia enfrenta serias sequías en el corazón agrícola de la cuenca del río Murray-Darling. También es probable que en la Cuenca Mediterránea, incluidos el sur de Europa y el norte de África, se viva un grave proceso de desertificación como resultado del cambio climático.
No obstante, puede variar el carácter preciso de la crisis del agua con diferentes puntos de presión según la región de la que se trate. Por ejemplo, Pakistán, un país que ya es árido, sufrirá las presiones de una población que crece rápidamente, desde 42 millones en 1950 a 184 millones en 2010, y hasta 335 millones en 2050, de acuerdo con el escenario "medio" de la ONU. Incluso peor, los agricultores dependen hoy de aguas subterráneas que se han agotado por el excesivo bombeo. Más aún, para 2050 es posible que, debido al calentamiento global, ya estén derretidos los glaciares de los Himalayas, que alimentan los ríos de Pakistán.
Habrá que encontrar soluciones en todas las "escalas", lo que significa que necesitaremos soluciones hídricas dentro de comunidades individuales (como en el proyecto de las aguas por tuberías en Senegal), a lo largo del curso de un río (incluso si cruza fronteras nacionales) y, globalmente, por ejemplo, para combatir los peores efectos del cambio climático global. Para alcanzar soluciones duraderas serán necesarias relaciones de colaboración entre gobiernos, empresas y la sociedad civil, que pueden ser difíciles de negociar y manejar, puesto que estos distintos sectores de la sociedad a menudo tienen poca o ninguna experiencia de relaciones mutuas y pueden desconfiar mucho los unos de los otros.
La mayoría de los gobiernos no están muy bien preparados para enfrentar carencias hídricas serias. Por lo general, los ministerios del agua están llenos de ingenieros y funcionarios civiles no especializados en el tema. Sin embargo, las soluciones duraderas a los desafíos hídricos requieren una amplia gama de conocimientos especializados acerca de temas climáticos, ecológicos, poblacionales, de ingeniería, de política comunitaria y de culturas locales. Los funcionarios de gobierno también necesitan habilidades y flexibilidad para trabajar con comunidades locales, empresas privadas, organizaciones internacionales y potenciales donantes.
Un paso próximo y crucial es generar instancias de acercamiento entre líderes científicos, políticos y empresariales de sociedades que comparten problemas de escasez de agua como Sudán, Pakistán, Estados Unidos, Australia, España y México con el fin de llegar a ideas creativas que les den solución. Un encuentro así permitiría compartir información, lo que podría salvar vidas y economías. También subrayaría una verdad básica: el desafío común de un desarrollo sostenible debería unir a un mundo dividido por los niveles de ingreso, las religiones y la geografía.
Los grupos extremistas, como los talibanes, encuentran amplias posibilidades de captación de adeptos en esas comunidades empobrecidas. Los gobiernos pierden su legitimidad cuando no pueden garantizar las necesidades más básicas de sus pueblos: agua potable, cultivos de alimentos básicos, y forraje y agua para los rebaños de los que dependen para sus precarios medios de sustento.
Los políticos, diplomáticos y generales de países que sufren estos conflictos suelen tratar estas crisis como lo harían con cualquier otro reto político o militar. Movilizan ejércitos, organizan facciones políticas, combaten a los caudillos locales o intentan forcejear con el extremismo religioso.
Sin embargo, estas respuestas pasan por alto el desafío subyacente de ayudar a que las comunidades satisfagan sus urgentes necesidades de agua, comida y sustento. Como resultado, Estados Unidos y Europa suelen gastar decenas o incluso cientos de miles de millones de dólares en el envío de tropas o bombarderos para sofocar levantamientos o atacar "estados fallidos", pero no envían una décima, o siquiera una milésima, parte de esos fondos para enfrentar las crisis subyacentes de escasez hídrica y subdesarrollo.
Los problemas del agua no desaparecerán por sí solos. Por el contrario, empeorarán a menos que nosotros, como comunidad global, articulemos una respuesta. Una serie de estudios recientes muestra lo frágil que es el equilibrio hídrico para varias partes del mundo empobrecidas e inestables. La UNESCO, una agencia de las Naciones Unidas, publicó recientemente el Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, 2009; el Banco Mundial publicó concienzudos estudios sobre India (La economía del agua en India: Nadando en un futuro turbulento) y Pakistán (Pakistán: La economía del agua se está secando), y la Asia Society publicó una visión general de las crisis del agua en Asia (El próximo desafío de Asia: asegurar el futuro del agua en la región).
Estos informes cuentan historias similares. Los recursos hídricos se encuentran cada vez más bajo presión en grandes partes del mundo, especialmente en las regiones áridas. La escasez del agua, que se intensifica rápidamente, refleja superpoblación, agotamiento de las aguas subterráneas, basura y contaminación, y los efectos enormes y cada vez más graves del cambio climático causado por el ser humano.
Las consecuencias son terribles: sequías y hambrunas, pérdida de los medios de sustento, propagación de enfermedades transmitidas por agentes presentes en el agua, migraciones forzadas, y hasta conflictos abiertos. Para llegar a soluciones prácticas pueden ser necesarios muchos componentes, como un mejor manejo hídrico, mejores tecnologías para aumentar la eficiencia del uso del agua, y nuevas inversiones que emprendan de manera conjunta los gobiernos, el sector privado y las organizaciones ciudadanas.
He visto soluciones así en el proyecto Pueblos del Milenio en África rural, en el que mis colegas y yo trabajamos con comunidades pobres, gobiernos y empresas para encontrar soluciones prácticas a los desafíos de la extrema pobreza rural. Por ejemplo, en Senegal un líder mundial en la fabricación de tuberías, JM Eagle donó más de 100 kilómetros de tuberías para permitir a una comunidad empobrecida unir fuerzas con la agencia hídrica gubernamental, PEPAM, para llevar agua potable a decenas de miles de personas. El proyecto general es tan eficaz en función de sus costes, y tan replicable y sostenible, que JM Eagle y otros socios corporativos ahora emprenderán iniciativas similares en otros lugares de África.
Sin embargo, en el futuro se generalizarán las presiones, los recursos hídricos, tanto en países pobres como ricos. Por ejemplo, Estados Unidos estimuló un auge demográfico en sus estados áridos del sudoeste en las últimas décadas, a pesar de la escasez hídrica que el cambio climático probablemente hará más grave en el futuro. También Australia enfrenta serias sequías en el corazón agrícola de la cuenca del río Murray-Darling. También es probable que en la Cuenca Mediterránea, incluidos el sur de Europa y el norte de África, se viva un grave proceso de desertificación como resultado del cambio climático.
No obstante, puede variar el carácter preciso de la crisis del agua con diferentes puntos de presión según la región de la que se trate. Por ejemplo, Pakistán, un país que ya es árido, sufrirá las presiones de una población que crece rápidamente, desde 42 millones en 1950 a 184 millones en 2010, y hasta 335 millones en 2050, de acuerdo con el escenario "medio" de la ONU. Incluso peor, los agricultores dependen hoy de aguas subterráneas que se han agotado por el excesivo bombeo. Más aún, para 2050 es posible que, debido al calentamiento global, ya estén derretidos los glaciares de los Himalayas, que alimentan los ríos de Pakistán.
Habrá que encontrar soluciones en todas las "escalas", lo que significa que necesitaremos soluciones hídricas dentro de comunidades individuales (como en el proyecto de las aguas por tuberías en Senegal), a lo largo del curso de un río (incluso si cruza fronteras nacionales) y, globalmente, por ejemplo, para combatir los peores efectos del cambio climático global. Para alcanzar soluciones duraderas serán necesarias relaciones de colaboración entre gobiernos, empresas y la sociedad civil, que pueden ser difíciles de negociar y manejar, puesto que estos distintos sectores de la sociedad a menudo tienen poca o ninguna experiencia de relaciones mutuas y pueden desconfiar mucho los unos de los otros.
La mayoría de los gobiernos no están muy bien preparados para enfrentar carencias hídricas serias. Por lo general, los ministerios del agua están llenos de ingenieros y funcionarios civiles no especializados en el tema. Sin embargo, las soluciones duraderas a los desafíos hídricos requieren una amplia gama de conocimientos especializados acerca de temas climáticos, ecológicos, poblacionales, de ingeniería, de política comunitaria y de culturas locales. Los funcionarios de gobierno también necesitan habilidades y flexibilidad para trabajar con comunidades locales, empresas privadas, organizaciones internacionales y potenciales donantes.
Un paso próximo y crucial es generar instancias de acercamiento entre líderes científicos, políticos y empresariales de sociedades que comparten problemas de escasez de agua como Sudán, Pakistán, Estados Unidos, Australia, España y México con el fin de llegar a ideas creativas que les den solución. Un encuentro así permitiría compartir información, lo que podría salvar vidas y economías. También subrayaría una verdad básica: el desafío común de un desarrollo sostenible debería unir a un mundo dividido por los niveles de ingreso, las religiones y la geografía.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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