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El próximo 13 de julio en Múnich se sentarán las bases de lo que será el mayor parque generador de energías renovables del mundo, denominado Desertec Industrial Initiative. El capítulo alemán del Club de Roma y la compañía aseguradora Munich Re organizan en la capital bávara una conferencia para conocer qué empresas, inversores, centros de investigación y constructores comienzan a levantar en el desierto del Sáhara las plantas solares termoeléctricas que, según sus previsiones, abastecerán en 2050 el 15% de la demanda eléctrica europea y dos tercios de la del Norte de África y el Medio Oriente.
El proyecto es faraónico: requiere 400.000 millones de euros en 41 años
El plan incluye una red descentralizada, plantas eólicas y desalinizadoras
Los críticos alertan de que se agravaría la dependencia de terceros países
El coste del proyecto puede frenar otros desarrollos más sostenibles
En Desertec parten de la máxima de que en solo seis horas los desiertos reciben más energía solar que la que consume toda la humanidad en un año. A partir de aquí, calculan que si en el del Sáhara se aprovechara un terreno del tamaño de Andalucía se produciría electricidad para abastecer a todo el mundo, y con uno equivalente a la provincia de Barcelona llegaría para cubrir la demanda de la Unión Europea.
Pero los 20 GW (gigavatios) para 2020 y los 100 GW para 2050 que se pretenden instalar en el Sáhara han creado más controversia de la que se esperaba en un proyecto basado en las energías más limpias. Sus críticos ven en el programa una forma de prolongar la dependencia energética del exterior; para otros, puede considerarse una nueva forma de colonización
La Fundación Desertec aglutina a todas las fuerzas vivas que apoyan el proyecto, un compendio de sociedades y de países liderados por Alemania, bajo el paraguas del Club de Roma, la Trans-Mediterranean Renewable Energy Cooperation (TREC) y la red EU-MENA, formada por estados de la Unión Europea, el Norte de África y Oriente Medio.
En Alemania han surgido voces que cuestionan que el monumental presupuesto que se maneja (400.000 millones de euros de aquí a 2050) va a detraer inversiones y ayudas para otras tecnologías sostenibles, como la instalación de paneles fotovoltaicos sobre tejados.
Michael Straub, director de Marketing de Desertec, puntualiza que la inversión es a lo largo de 40 años, que servirá también para dotar de plantas desalinizadoras en el área de producción y que la mayoría del dinero procederá de la empresa privada, "aunque durante los diez o quince primeros años será necesario que las plantas termoeléctricas cuenten con una tarifa incentivada para competir con los combustibles fósiles". Las plantas solares termoeléctricas utilizan paneles que concentran la radiación solar en un tubo con un fluido térmico que pasa a un generador de vapor y alimenta la turbina que produce electricidad.
Las voces críticas se escuchan dentro del mismo sector. "Este megaproyecto carece de lógica lo mires por donde lo mires", dice Carlos Muñoz, presidente de la sección Solar Termoeléctrica de la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA). "No tiene sentido que estemos apostando por un sistema de primas para que las tecnologías maduren y se abaraten los costes, y por una red distribuida y no centralizada más acorde con el desarrollo sostenible, y de repente lleguen compañías alemanas y te digan que resulta más barato comprar energía solar en el extranjero, a miles de kilómetros".
Otro crítico es Wolfgang Palz, presidente europeo del Consejo Mundial de Energías Renovables, quien declaró: "En Alemania se habla de producir energía fotovoltaica en el Sáhara para transferir después la electricidad a Europa. Eso sería una estupidez. Ahora que podemos dejar de depender del gas de Argelia, no tendría sentido empezar algo así".
El portavoz de Desertec puntualiza que "no se va a construir una sola planta en un único país con una sola transmisión, sino una red descentralizada que integrará toda la producción renovable en la región de Europa, Medio Oriente y Norte de África, con el suficiente soporte tecnológico que impida que esa conexión quede interrumpida o falle el suministro".
En la configuración del proyecto a lo largo de esta región aparecen principalmente plantas termosolares en toda la franja árida que va de Marruecos a la península Arábiga, pero también parques eólicos en la costa atlántica del norte de África y en España, norte de Europa, Turquía y Mar Rojo; centrales hidroeléctricas en este último país, Marruecos y el valle del Nilo; y, ya a menor escala, instalaciones de biomasa, solar fotovoltaica y geotermia repartidas por el continente europeo.
Con este reparto energético entre varios países se responde a otras críticas que ven en el proyecto una especie de nuevo colonialismo, que esta vez llega con tecnología europea destinada al consumo de electricidad en Europa. Carlos Muñoz advierte de que "el primer proyecto va a consistir en establecer líneas de transporte en corriente continua a través de cuatro puntos hacia Europa; si es una alternativa energética de apoyo al Magreb y en general a África, se podría haber aprovechado y llevarlo primero hacia el sur". Una línea de este tipo, de Argelia a Almería, ya existe, y discurre paralela a un gasoducto que cubre el mismo trazado.
La necesidad de construir interconexiones eléctricas para un amplio número de países parece, hoy por hoy, uno de los retos más difíciles de conseguir. Otros proyectos de este tipo entre países vecinos han sido siempre muy polémicos por diferencias políticas y por su impacto ambiental.
José Santamarta, director de World Watch en España y coautor junto a Comisiones Obreras del informe sobre emisiones de CO2,, piensa que "la mejor opción, por costes, es aprovechar la energía eólica del litoral de Marruecos, ex Sáhara español y Mauritania. Pero para frenar el cambio climático, no optar por las centrales nucleares y dar un nivel de vida digno a la gente, con desalinizadoras que den el agua necesaria, hace falta un proyecto como Desertec".
España se abre paso en el Magreb
Hasta la fecha solo han trascendido los nombres de empresas alemanas involucradas en el proyecto Desertec (entre ellas grandes conglomerados como Siemens, E.On y RWE), pero desde la fundación reconocen el interés por entrar en el mismo de algunas compañías españolas, como Abengoa, a la que ponen como ejemplo por la construcción de la primera planta termosolar comercial del mundo en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
En realidad Abengoa ya esta presente en la región del Magreb, en concreto en Argelia y Marruecos, donde construye sendas centrales híbridas de gas natural de ciclo combinado con termosolares. Sin poder considerarse energía solar pura, los campos de colectores cilindro parabólicos de 20 MW de potencia serán los primeros que se levanten en el Sahara.
"Los alemanes pretenden vender su tecnología a través de Desertec, pero lo importantes es lo que digan los Gobiernos del norte de África, que en algunos casos ya trabajan con empresas españolas". La afirmación corresponde a Cayetano López, director general adjunto del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), institución pionera en Europa en investigación, desarrollo y ensayos en tecnologías solares de concentración. "Argelia es el país del norte de África que más decididamente está apostando por la tecnología termosolar", afirma López, que conoce de primera mano los planes del Gobierno argelino. Sus autoridades esperan tener instalados 6 gigavatios, un objetivo ambicioso, en 2020.